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23.8.10

Quizás sólo se trate de un deseo, o podría también tratarse de una ciudad que fue amada infinidad de veces, con ritmos orgullosos y por momentos también humildes.
Me desespera mi actual disponibilidad y la de mis calles en las que me reconozco; en ellas también fui yo mismo, muchas veces junto a otros.
Estoy disponible. Me declaro cansado de mí mismo y de mis más cercanos. Ciudad, aunque no tengo más urgencias que las de mis colegas, exijo que tus calles me reclamen. Quiero conocerte de nuevo sin volver el tiempo atrás.
Las urnas han rebalsado de complicidad y apatía y ya ni siquiera sirven como pretexto. Soy uno más, entre miles de arrendatarios de la palabra democracia. Me conformo de manera mezquina con esta renta, que en el mejor de los casos es de pan para hoy y hambre para mañana.
Ayer fui al supermercado por una compra mínima; en la cola delante de mí, una pareja conversaba. Sus productos (los de ambos sumados)no llegaban a 20, pero los habían dividido en dos carros y así pagar en la caja rápida (hasta 10 unidades).
Ciudad, me gustaría algo más que un lugar donde plantar cartel con letras de neón anunciando mi negocio.
Quizás sea aquel reflejo que olvidamos o una lluvia de recetas en blanco. Creo que caminaremos entre ladrillos sin mar y sin dueño y nos detendremos a mirar carteles de letras mutantes.
Soñaremos con un transparente infinito como lugar de ensayo previo a nada, también con un vecino a quien acudir cuando nos quedemos sin limón para ponerle a la milanesa.
Quizás sólo se trate de un deseo, ¿acaso podría tratarse de otra cosa?
Lucas Di Pascuale, Córdoba 2010.