PARÁBOLA DE LA PULGA PRUDENTE * -
¿Conocéis esa admirable página de Barabar: "La parábola de la pulga prudente"? Se explica en ella cómo trabajan los domadores de pulgas. Las meten en una caja de cristal, sin enseñarles qué cosa es el cristal. Y las abandonan a su naturaleza. La pulga —segura de su fuerza— salta. Pero no cuenta con el cristal. Salta y tropieza; vuelve a saltar y vuelve a chocar. Calcula el domador que
para la inteligencia de la pulga no son precisas muchas pruebas, sino diez veces diez. A los cien saltos —esto es, a los cien golpes— la pulga está ya madura. Pueden sacarla de la caja sin riesgo de que vuelva a saltar. Ha adquirido la "experiencia" que se quería. Ha aprendido la gran lección. Consiste en saber que el espacio libre vale poco. Se le ha reducido el cielo, que es ya más corto que el salto de una pulga. Humilde, escarmentada, dócil para ser amaestrada y enganchada luego con otra compañera igualmente sumisa, la pulga puede servir lo mismo para la agricultura que para la barraca de una feria.
Bien. Ya tenemos a la pulga fuera de la caja de cristal. Sólo que sea muy rebelde ha de seguir saltando. La táctica del domesticador en principio no falla nunca. Falla sólo cuando la pulga se obstina en seguir saltando. Y esto es, precisamente, lo que siempre ocurre.
Con el hombre pasa lo mismo que con la pulga. Cuando el sistema pedagógico falla se lo elimina. Esto es: cuando la pulga es pulga y el hombre es hombre. Éste no escarmienta nunca. Es más testarudo que la pulga. Su prodigiosa elasticidad es, casualmente, lo que le ha permitido mantenerse erguido a través de las edades, salir de la selva común, abandonar Troglodia. Los domesticadores idearon para la pulga un duro cielo de cristal. Los domesticadores del hombre idearon la invisible comba de un "tabú". Tiene más fuerza que la breve muralla trasparente. No se lo vé. Penetra. Paraliza. Inutiliza. Y tiene el prestigio que le da su origen totémico, religioso.
El hombre sólo puede ser amaestrado, dominado por el tabú, abatido por ese soplo polinesio. Pero hace falta fe, para que el poder se ejercite. Y no sólo en los que lo aplican. El sistema pedagógico del tabú no falla. Cuenta entre sus ingredientes con el miedo. Y con la creencia en el miedo. Pero cuando el oculto resorte estalla, salta otra vez la pulga, se restablece otra vez la gloriosa verticalidad del hombre.
* 1931 Prohibido Prohibir / Por Deodoro Roca