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17.9.10

Si me pongo a reflexionar sobre ser ciudadano, inevitablemente (por características propias de mi personalidad) voy a pensar en mi, en el rol de ciudadana que cumplo (o no cumplo), en lo que creo que debería ser un ciudadano, en que cosas relaciono con esa palabra, en la ciudad que habito, en las ciudades en general, en los derechos que tengo y  a veces ni conozco, en cuan buen ciudadano se puede ser….
Entonces voy considerando que tales preguntas no me llevan a conclusiones específicas, de hecho mi rol como ciudadana que habita la Córdoba actual muchas veces puede pasar como pésimo y otras como aceptable (depende siempre para quien, claro). También voy considerando que no conozco el ciudadano modelo, ni el ilustre, y que los trámites para conseguir la ciudadanía Italiana heredada de mi bisabuelo se están volviendo tediosos pero van a permitirme conocer otros países. También Repaso que mi objetivo hacia el bien público como ciudadana no va más allá de pagar mis impuestos, estar al tanto de lo que pasa, no destruir los espacios que transito e intentar ayudar a quien pueda, pero nunca es demasiado claro!, recuerdo en los momentos en que más ciudadana me sentí y los cuento como los días en que fui a votar, las veces que puse mi firma y mi presencia para participar de algo “social” (por así decirlo), las veces que un policía me pidió mi DNI para corroborar quien soy, cuando tramité mi pasaporte, los intentos de ciudadanía Italiana, en fin, esas veces que de pronto recordas que además de ser una persona que habita este mundo, una ciudad, una casa, un espacio, etc., también sos alguien que co-existe en una sociedad, y te comportas de acuerdo a las reglas que dicha sociedad te pone, actúas como ciudadano, accionas como se espera, etc, pero también te tomás una cerveza en la vereda de un bar, salis a bailar, te subís a los bondis, caminas mucho, paseas, fumas uno en la cañada, escuchas los recis gratis en la plaza, aprovechas el poco espacio verde que hay, presciencias espectáculos, bailas, puteas, te quejas del tráfico, de los edificios, conoces un balcón desde el cual se ve la ciudad, te sentís solo en medio de un gran multitud, o nunca te sentís solo ya que la ciudad siempre te acompaña,…….. Mucho puedo seguir divagando, mucho puedo seguir explorando, no obstante el sentirme ciudadana creo que siempre va a ir acompañado del sentido de identidad y pertenencia que vaya desarrollando a lo largo de mi vida y que generalmente no puedo separarlo del sentirme además artista! Soy entonces una “ciudadana artista”, ese es mi rol en este espacio que habito, la ciudad.
p/d:  No puedo dejar de agregar a esta nota que Mi deseo es que todos seamos ciudadanos con los mismos derechos, sin excepción alguna! 












Por Natalia Pretto   16.09.2010
Pueblerina

Tengo que escribir acerca de cómo me pienso ciudadana. Elijo (me quedo) con dos opciones:

(A) Contar una breve historia o la experiencia de haber nacido en un pueblo. (No turístico, sin río y sin mar; sin sierras y sin montañas; con un arroyo marrón y algunas lagunas en las que nunca, nunca me bañé. Ni bañaré. Pero en las que un día casi pesco un pez re grande -al menos esa fue la sensación que tuve y recuerdo-. Parada en el muelle junto a mi papá que, entre desperado y  entusiasmado, cuando escuchó mi grito de emoción -“algo había picado”-, hizo todo lo posible por sacarlo. Pero el animal escapó. Ese fue mi mayor éxito en cuestiones de pesca).

(B) Contar sobre la muerte de mi abuela y su fuerte deseo de querer volver al lugar donde nació. (Otro pueblo, que a diferencia del mío, tiene una laguna en la que te podés bañar; laguna  en la que me bañé pero nunca, nunca pesqué).


Elijo (B). (Tenía las manos frías. Por eso le gustaba tocar y sentir las manos calientes de quienes la visitaban. De a poquito se iba apagando hasta que se apagó del todo.  Se quedó como dormida en una cama calentita junto a dos de sus tres hijos.
Siempre, casi todas las veces que estuvimos juntas, la abuela  nos contó de la gran preocupación y desesperación que vivieron cuando la laguna del pueblo se estaba quedando sin agua -se secaba, casi un charco-  y de todas las gestiones que realizó mi abuelo junto a otras personas para traer agua a la laguna; del gran canal que quedó luego de haberla llenado. Laguna que después de muchos años -ya muerto mi abuelo, mudada mi abuela- se volvió a llenar hasta rebalsar. De la isla de la laguna. De las otras lagunas, las encadenadas: si llenaban una, llenaban la otra.
Del grupo de colonos que llegó allí, pobló esos campos y de  las cinco amigas del grupo que todavía vivían. De a quién pertenecía aquél u otro monte que veíamos desde el camino en alguna de las tantas visitas al campo -su campo- en vacaciones, y sobre lo que ocurrió con cada uno. De las cosas que hicieron los hijos de los dueños de esos montes.
Del doctor -su doctor-, de su grupo de teatro y el de la Iglesia. De las maestras que alojó en sus casas -primero la del campo, después la del pueblo-. Del club deportivo local del cual era socia, y porqué cambió  de ser hincha de su equipo de fútbol preferido por otro, debido al comportamiento de esos jugadores en el hotel del pueblo la vez que fueron de visita a jugar un partido contra el equipo del club local.
De la cantidad de pollos que crió y las docenas de huevos que vendió para que “las chicas estudien”. De cuando venía la manga de langostas arrasando con todos los cultivos y de como ella y sus tres hijos  se defendieron una vez que esto pasó estando solos en el campo. De la cooperativa agrícola ganadera y todos los calendarios que le enviaron cada año sin olvidarlo, siempre. De la cantante de tangos que nació allí y se hizo famosa. De los corsos, los mejores de la zona.
De la parte hundida de su cabeza debido al golpe que le dio una monja con un cucharón cuando estudiaba).


Elijo (B) porque no puedo dejar de pensar que ser ciudadana (pueblerina) tiene algo que ver con la idea de la experiencia de haber habitado un lugar y el deseo de volver. Mi abuela siempre quiso volver. De mi parte no sé (me gusta).




 Por María Julia Tamagini   16.09.2010