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14.10.10


Tengo que parar, parar de verdad, en cualquier esquina vigilante que me presente un cacho de ciudad. Detener no solo mis piernas pollerudas, sino mi mente inhóspita y colibrí. Frenar esta caminata ciega que apila presentes irreales que desfachatadamente denomine “mi vida”. Hijo de los que se escondieron, soy de palabras flacas y pensamientos tronchados, entonces el silencio va a seguir siendo mi mejor lugar. El asqueroso y huidizo silencio que sigue sin montar un crudo ladrillo, ni sumarle un sueño a esta siesta crónica. Traspaso las calles de la ciudad como un bisturí invisible abriendo el cuello de una gallina gorda y amarilla, chillona vocifera consigan que no me llegan. Nada de todo eso que todos dicen porque algo hay que decir me llega, lejos de conmoverme me aturden y es culpa mía y culpa de los mentirosos que alguna vez me representaron. Me avergüenza y desnuda mis mejillas a los sopapos del tiempo. Tengo que parar, frenar y soportar el choque de los diez mil mendigos propietarios que me viene siguiendo hace siglos sin que yo quiera, porque ni siquiera lo comprendo. Ellos se escondieron, siempre se desnudaron solos y mintieron hasta sobresaltar la verdad que dormía bajo la alfombra, la verdad escandalosamente licuada y vertida en los resumideros mudos. Parar y entender que por fin no soy nada, que solo existo entre los miedos, y liberar mi libertad logrando desvanecerme de los planes de eso señores. Parar y desmenuzar las fábulas disléxicas que le contaron al desconocido que aparece en las fotos que me sacan cuando asomo a la luz. No voy a mentirle a los mentirosos, no voy a escucharte cuando grites y menos voy a morirme mañana. Supongo que todo esto va a cambiar cuando yo quiera, perno no quiero es obvio. Ya no me interesan las luces que me encandilan convidándome una feliz ceguera, ni los miles y miles de propietarios que me persiguen con la excusa de protegerme. Todo va a cambiar, y disculpen exitosos hombres de la vida, disculpen escritores de palabras pajarito, disculpen todos estos pasados, disculpen elegantes señoras del amor, pero esto va a parar solo cuando yo quiera.   



Martín Wenicke 13.10.2010