Ensayo sobre el ciudadano bacteria
Antes de la página blanca, quisiera pensarme como ciudadano del gran muladar que habita las entrañas de Colon. Este ciudadano no abunda, y es quien sabe descomponer el manual del provinciano que reserva un lugar en el mundo con los manguitos que sueña enviar al extranjero. Por el contrario hay colonias de anti-ciudadanos cuyo poder constipa, lo demás, se dice, es puro humo. Se escucha? Dicen, queremos construir ciudadanía, pues bien vayamos a las escuelas, démosles herramientas para que ejerzan sus derechos. Y que se obtiene? Habilidades necesarias para sobrevivir en el bajo relieve del anonimutis. No! Definitivamente no escribo sobre el ciudadano ilustrado que la Docta imagina reverdecer con elocuencia en la plaza pública, sino del ciudad-ano. Ojo! Este tipo de ciudadano no es una mierda resentida, sino un resto que cae y se hace bacteria. Una enorme novela podríamos evacuar en este sentido donde solo el cuello sabe lo que pesa.
Hay un lugar en el que me gustaría detenerme ante esta nueva figura del ciudad-ano. Primero que es un juego de palabras que de hecho a mi hijo le encanta. Segundo, pasando ya el ánimo de chanza, este ciudadano me es fácil describirlo como quien descompone la ilusión de una época, pero muy difícil de practicarlo ya que no es poca cosa hacer con lo que cae un estilo propio, muy por encima de los grandes cagadores de perlas. Cagadores de perla es una linda metáfora que Jacques Lacan utiliza para definir a la obra de determinados autores que consideran normales a los que logran un yo solido y que no pierden la unidad ante la embestida de las pulsiones parciales. No es una simple cita que confronta la unidad y lo fragmentario, la fortaleza y la flaqueza sino una ventaja ante cualquier ficción de pensar al ciudadano como centro.
Entonces, que, de este ciudadano cuyo estatuto pulsa en ocasiones, y cuya presencia no es fortuita ni perpetua. Un ejemplo, Plaza España al amanecer, vista panorámica, sensación de gozo, yo penetro la ciudad laberinto, pronto voy a intervenir, se mueve aún, mi mancha desde la otra escena hace un aplique, imprime una página al costado. Seguido a ello el anti-ciudadano, se impone con otra vista: la panóptica con sus transeúntes y estadísticas, ciego por atrapar al hormigueo porque los perros de Diana ladran. Cuantos irán? Pavor, ante decir cualquier pavada, pasión por encauzar el rebaño a mi corralito reconociendo como las avenidas ya se los llevan a su empleo. Hasta cuándo?
Entonces un atajo ante las pasiones del anti-ciudadno, ante la comedia metonímica: hijo, heces, dinero, falo. En lo posible descomponerla. De otra manera como no reproducir el efecto de aquellos ciudadanos embaucados en cuentos de sotanitos que instituyen una letanía para la masa crítica productiva.
Mis saludos a Piero Manzoni
Patricio Debiase 21.09.2010